domingo, 4 de mayo de 2008

La lengua de la dignidad


Por Alberto E. Gómez I.

“Durante una guerra civil, un bando prendió fuego a un monasterio zen, sin dejar salir a ninguno de los monjes que allí estaban. El sabio director reunió a todos los discípulos y le dijo: -cuando no existen los sentimientos y los sentidos, las brisas son sólo llamas”
anónimo

La lengua de las mariposas se desarrolla en la España previa a la guerra civil; narra la relación no solamente entre un viejo maestro con ideas republicanas y un alumno joven- aprendiz con disposición al aprendizaje y un elocuente respeto a dicha autoridad; sino también la relación del docente con todo su entorno incluyendo Estado, comunidad, creencias, acaudalados, religiosos, pobreza, su pasado, etc.
“El maestro, con sus buenas artes, se esfuerza por entrar en un mundo en el que aporta su experiencia como maestro y sus ideas como republicano. Su trabajo se ve en la última secuencia, en esa cara de frustración del maestro al ver a su alumno que le lanza piedras cuando va, camino del fusilamiento, detenido por los falangistas. Maestros que viven en su entorno, conectados a él, a sus problemas y dificultades, que los hay y los ha habido siempre”. (1)

Todo aquel que ha estado frente a un grupo, tarde o temprano se enfrenta a tal cuestionamiento: cuál es el papel del profesor. Esta interrogante, irremediablemente nos lleva a un abismo profundo (y a su vez concienzudo) de la importancia del docente; no solamente frente al dicente, sino a la sociedad y a todo su aparato ideológico.

Ya lo menciona Sócrates “También el filósofo (podríamos cambiar el termino a profesor), como la obstetra, es estéril (de sabiduría); no posee ninguna verdad”… “el trabajo del filósofo consiste en ayudar al interlocutor a generar la verdad, a descubrirse en sí mismo” (2); hoy incluso existe el proceso denominado como mediación (propuesto por Reuven Feuerstein), el cual incluye aspectos preponderantes en el papel del docente:
1) Trascendencia: no solo quedarse en el nivel de las metas trazadas en la interacción alumno-docente; sino superar éstas.
2) Intencionalidad (y reciprocidad): esto se refiere a la intención de mediar al mediado; y, cambiar el propósito implícito en explícito, voluntario y conciente.
3) Significado: el significado no debe ser impuesto; lo que se debe hacer es ayudar, asistir a que la propia persona se manifieste, que la propia persona vislumbre y alcance significados propios.

Ahora bien, es imposible separar el vínculo que existe entre la sociedad y la escuela; de acuerdo con Castorina (3), “el hombre es miembro de una especie para cuyo desarrollo el aprendizaje desempeña un papel central, especialmente en lo que se respecta a esas funciones superiores, típicamente humanas”; por lo tanto reitero la imposibilidad de separar éstos entes, incluso cabe la reflexión de hasta dónde se reinventan y se sirven la una de la otra, hasta que punto podrían vivir la una sin la otra. Claramente se presenta en la película la dependencia a la reeducación que los padres no alcanzan para con sus hijos, capaces de ofrendar tributos (o dadivas) con tal de cubrir lo que no se ha podido en casa; y, por otra parte el sugerente y magnífico aparato de represión que siempre juega a favor de los poderosos, a favor de los acaudalados, a favor del poder en turno. Nos hemos cansado de seguir las pistas a percepciones tales como “Historia de la conquista de la Nueva España”, “La visión de los vencidos”, etc.; visiones, versiones y mamotretos bien dirigidos y seleccionados por los vencedores… los hacedores de la “verdad” y la buena fe… algún día lo hará de manera abierta y libre el otro bando; sí ese bando de los derrotados, de los caídos, de los vulnerables… sí ese mismo, el de los vencidos.

Aunado a todo lo anterior, es preciso señalar la influencia de la religión en el pensamiento social; la religión en su devenir histórico, se ha conformado y desarrollado jerárquicamente en un gran aparato organizativo impermeable y sí muy poderoso e influyente en el pensamiento humano, teniendo intermediarios altamente eficaces para tal cometido.

La iglesia católica es, sin duda, el mejor ejemplo de una superestructura que ha alcanzado los más latos niveles de desarrollo. Sus jerarquías están establecidas y bien definidas; comprenden desde el sacerdote más humilde hasta las luminarias ostentosas que transitan divinamente en el Vaticano, cuyos recursos económicos, políticos, administrativos e ideológicos le han permitido constituirse desde tiempos arcaicos en factor fundamental de la vida interna en múltiples países y aún en las relaciones políticas mundiales; en la época medieval la iglesia romana fue incluso la institución más importante de la sociedad europea, los reyes mismos debían ser coronados en ceremonias religiosas, e incluso para que se les pudiese considerar como familias verdaderamente poderosas tendrían que contar con algún miembro incrustado en la jerarquía eclesiástica. Muchos de los aspectos históricos se decidieron en las salas, habitaciones e iglesias de tan dignos y distinguidos funcionarios.

¿Qué tan lejos (o cerca) estamos de aquellos tiempos? ¿Hasta dónde debemos traicionar nuestra filosofía de vida y nuestra verdad? ¿hasta dónde el sastre es considerado un hipócrita?, o ¿un miedoso? o mejor aún ¿un esquirol con la frente baja pero con la vida salvada?¿se podrá alcanzar el cielo con ideas republicanas?... mi capacidad no da para tanto, solo para convencerme de la patética situación de pensar diferente a otros y que esos otros sean mayor de los de tu bando; y que ese simple hecho sea causa de aniquilamiento y exterminio; es cuando da vergüenza pertenecer a esta raza, raza que tiene todo menos ser una raza humana. No hay que ir tan lejos, recordar que en algún lugar antes llamado Birmania, hoy salen a manifestarse pacíficamente un grupo budista que lo único que pretenden es vivir, vivir en paz; y que encuentran, más que el mísero fusil que entibia de a tanto la carne y un poco después se acabo en esa maldita frialdad llamada muerte; insisto ¿vale la pena?

Es cuando reconozco el papel importantísimo del maestro, ese mismo que nunca se pregunta ni se detiene a pensar sobre cuáles serán (ideológicamente) los productos que obtiene, los productos alcanzados o por alcanzar; cuestionamiento que como veleta se contesta según las circunstancias, según el patrón, o según sea la nueva forma y/o sistema (reforma) imperante que durará hasta el nuevo sexenio, hasta que al próximo dirigente de educación, se la habrán nuevas expectativas y deje su puesto.

Estoy muy seguro que aún queda ese docente capaz de dar lo mejor de sí, capaz de educar sin esperar nada a cambio, capaz de dejarse apedrear sabiendo que su labor no ha sido en vano y que en cualquier momento emergerán las semillas de las buenas conciencias dispuestas a crear una sociedad mejor, un mundo mejor. Donde seamos orgullosamente partes de una raza humana.

Volviendo al anterior cuestionamiento acerca de los productos ideológicos que alcanza el docente, dice Schmelkes (4) “que si la escuela no forma valoralmente, deja de cumplir la importante función socializadora. Se parte del supuesto de que esta función es importante”. Por lo tanto considero que dicha función es la de formación de personas aptas de ejercer juicios críticos, de fomentar la iniciativa, de formular propuestas basadas en ciertos niveles de complejidad creciente y de compromiso con lo que creen o pueden llegar a creer y crear. Esto si tomamos en cuenta que la escuela interactúa en paralelo con otros agentes socializadores, que por lo general son más impactantes y poderosos que la propia escuela; entre los que podemos visualizar los medios de comunicación, el grupo de coetáneos, la comunidad envolvente, etc.; Ante esta bifurcación de fuentes amorfas de socialización, sobre todo ante la falta de capacidad de incorporar a su interior, como objeto de análisis, reflexión, crítica y decisión, estas otras formas de socialización.

Y continuando con la idea de Schmelkes donde afirma que “se considera que si la escuela no forma valoralmente, o lo hace en forma oculta, no será capaz de desarrollar al ser humano en forma integral”. Considero que cada vez es más necesario atender los aspectos que constituyen, analíticamente al ser humano: el especto cognitivo, el aspecto psicomotor, pero sobretodo el aspecto afectivo

Retomando la película, sería muy presuntuoso pensar que se puede dar cierta movilidad social causada por los hechos o por los pensamientos generados por el profesor; es fácil responder a esta pregunta; la historia nos ha hecho participes y nos ha demostrado que una buena intención, que los buenos sentimientos, que el aspirar a un sistema utópico no es más que un mero sueño; cuando educar significa “conducir o guiar, evidentemente se requiere un paradigma acerca de la conducta humana buena para que se trate de una educación correcta. En general los padres guían a sus hijos de acuerdo con los modelos éticos que explícitamente o implícitamente han adoptado para sí mismos. De esta manera les enseñan a no mentir, no robar, respetar al prójimo, etc. Ética y educación van de la mano” (5); así como también van de la mano la educación y la moral; que a su vez sabemos que la moral la determina la propia sociedad, por lo tanto cabe señalar que el docente a parte de ser un servidor de dicha moral, se reconoce como un ser solo, un ser a la deriva, un ser atrapado entre la espada (gobierno, sistema, comunidad, trabajo, alumno, conciencia moral, etc.) y la pared (su ética, su valor personal, su amor hacia la vida, etc.)
Quiero explicar brevemente este sentir. El docente no puede quedar mal con su institución, de hacerlo corre el peligro de ser botado de su laburo; no puede quedar mal con la sociedad, ya que ésta se convencería del trabajo estéril de la escuela, encabezada por le maestro; no puede quedar mal con el padre de familia quien se sujeta (y da por un hecho) que el profesor hará las veces de padre, que lo pulirá en el más alto nivel de educación social y cognitiva; que conseguirá hacer del dicente lo que el no ha conseguido como padre; tampoco puede quedar mal con su alumno, de hacerlo rompería con los pocos resquicios de credibilidad que quedan de él; y por último no puede quedar mal consigo mismo, de hacerlo no quedaría ningún sentido de existencia del personaje frente a un grupo; tratando e intentando despertar la conciencia humana.

Así que para terminar, no me cabe más que decir que no solo encontramos en la película contradicciones sociales; lo que es peor aún las encontramos en nuestra vida cotidiana.

No puede ser posible que sigamos midiendo la capacidad humana, cognitiva e intelectual basándonos en una escala del 0 al 10; no puedo fomentar el elaborar juicios críticos-éticos-morales, si el alumno que lo ha conseguido queda reprobador por no conseguir en dicha escala la mínima aprobatoria; y por el otro lado aquel que sigue siendo un auténtico imbécil, tramposo, incapaz de ceder un lugar al selecto; incapaz de darse vuelta por el adoquín en lugar de pisar el césped, incapaz de darse cuenta de que atentar con el medio ambiente es atentar consigo mismo; y lo que es peor aún, incapaz de no fomentar guerras en nombre de la paz; pero eso sí con un 10 a cuestas digno de ser apreciado y reconocido primero en familia, después por la sociedad completa.

Tenemos que contrarrestar estas actitudes y estilos de vida; debemos regresar el papel tan importante que en tiempos pasados se le daba al maestro; qué hubiese sido de Sócrates obligado a calificar a sus alumnos en un examen por objetivos; habría tenido tan ilustres discípulos. Es hora de recobrar la liberación efectiva propuesta por Erich Fromm (6) (en toda su obra); pero en especial quiero retomar su idea del TENER y el SER, donde afirma que el verdadero camino a la esperanza es no dar por hecho que la función “normal” del ser humano es tener, donde “para vivir, debemos tener cosas. Además, debemos tenerlas para gozarlas. En una cultura cuya meta suprema es tener (y cada vez más), y en la que se puede decir de alguien que “vale un millón de dólares”… Al contrario, parece que la misma esencia de ser consiste en tener; y si el individuo no tiene nada, no es nadie”; en cambio él considera propone en su visión del ser aquello basado en la “experiencia, y la experiencia humana es, en principio, indescriptible”, reconociendo que el ser humano es un ser vivo, no una imagen muerta, y que no puede describirse como cosa.

Y continúa diciéndonos el maestro Fromm, “el modo de ser tiene como requisitos previos la independencia, la libertad y la presencia de la razón crítica. Su característica fundamental es estar activo, y no en el sentido de una actividad exterior, de estar ocupado, sino de una actividad interior, el uso productivo de nuestras facultades, el talento, y la riqueza de los dones que tienen (en diversos grados) todos los seres humanos”.

Por lo tanto, ante diversos obstáculos a los que se enfrenta el docente, propongo una teoría crítica distinta a la normatividad actual. Una ética distinta que nos guíe a una labor útil y sobretodo conciente, que permita establecer diferencias entre el profesional que actúa éticamente de acuerdo con ciertas convenciones socialmente aceptadas, y el que trasciende el sistema comúnmente admitido, pudiendo por que no, pasar por alguien que violente las normas ético-morales vigentes. Una ética profesional proyectada a futuro debe incluir, según Angulo (7), en sus consideraciones lo siguiente:
a) Los parámetros de la moral convencional vigente, tanto en el nivel macro como en el micro.
b) Una ética crítica, gracias a la cual se pueda romper con los estrechos límites de la ideología dominante, que incluya las obligaciones positivas.

Añadiendo a ésta propuesta, solo me queda resaltar lo siguiente:
1) La labor del docente debe permitir un diálogo abierto y permanente donde no excluya ningún agente relacionado con la educación; sea institución, padres, sociedad, etc.
2) No olvidar que es un ejemplo a seguir; por lo tanto reconocer que a mayor o menor escala su desempeño influye o influirá primero personalmente y después socialmente
3) Que su labor nunca será infructuosa; más allá de lo poco reconocida y valorada hoy en día por la sociedad en general
4) Que solo el amor a uno mismo, a su vocación, podrán revalorar la magnánima función del maestro
5) Y nunca, pero nunca, dejar de creer, dejar de crear y dejar de fomentar; que somos la llave dúctil entre la persona y los valores; sin perder de vista el peligro al que estamos expuestos, teniendo en cuenta que aquello que lleva tiempo y esfuerzo en trasmitir se puede trastocar en cuestión de segundos; que ya no que da en nosotros, y por lo tanto no olvidar que nuestra herramienta principal es esa lengua, lengua que como las mariposas se desenrolla para poder ayudar a construir vidas; lengua que puede llegar al fondo de las cosas, lengua que ni por la fuerza, ni por la razón podrá ser callada… lengua trastocada que le pueden robar todo, y quitar todo menos su dignidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
www. la lengua de las mariposas. esp
Gisper, C. (director de la obra) “Atlas universal de la filosofía”. Océano: Esp.
Castorina, J. y otros (1996) “Piaget-Vigotsky: contribuciones para replantear el debate”. Paidós: Méx.
Schmelkes, S. (1997) “La escuela y la formación valoral autónoma”. UNESCO: Méx.
Gutiérrez, R. (2002) “Introducción a la ética”. Esfinge: Méx.
Fromm, E. (1976) “ Tener o ser?”. F. C. E.: Méx.
Angulo, Y. y Lugo, M. (2004) “Ética”. Santillana: Méx.
Ojeda, M., y otros (2007) “Ética”. Pearson: Méx.

¿Ética en la educación?


Por Alberto E. Gómez I.

“A menudo los hijos se nos parecen, y así nos dan la primera satisfacción; ésos que se menean con nuestros gestos, echando mano a cuanto hay a su alrededor. Esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par, sin respeto al horario ni a las costumbres y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar. [1]Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca. Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, con nuestros rencores y nuestro porvenir. Por eso nos parece que son de goma y que les bastan nuestros cuentos para dormir. Nos empeñamos en dirigir sus vidas sin saber el oficio y sin vocación. Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción”
- Joan Manuel Serrat –


Dos entes inseparables son la educación y la ética, entes o más bien dicho actitudes cotidianas que han impactado y lo seguirán haciendo por diversas causas y/o circunstancias. Aquí tratare de clarificar de manera breve la relación entre éstos

Pero antes aclararemos qué es la ética, y qué es la educación. El primer concepto es definido como parte de la filosofía que intenta fundamentar la moralidad de los actos humanos; normas morales que regulan las conductas humanas1; y de acuerdo con Sagols[2] quien afirma que la ética es un saber teórico y práctico: reflexión sistemática sobre el ser del hombre para actuar conforme al bien, a la vida buena. ¿Y quién determina qué es actuar bien? Pregunta no difícil de contestar, pero ya retomaré el tema.

En cuanto por educación, se entiende como la acción y efecto de formar, instruir; conocimiento de las costumbres y buenos modales de la sociedad1. Surge nuevamente la cuestión ¿quién determina cuáles son las buenas costumbres y las normas morales, legales, etc., aceptadas socialmente?

Para poder contestar dichas cuestiones, y de acuerdo con Zea[3], quien considera a Sócrates como el creador de la ética, por ser “el primer filósofo que estudia la conducta moral”…“cambia el conocimiento cosmológico por un conocimiento moral, un conocimiento práctico que lleva al hombre a actuar rectamente”; cabría retomar éste saber socrático, el cual consistía en el conocimiento de cada persona acerca de sí mismo, para saber lo que se es, para serlo. Sócrates descubre que su misión en la vida es la de ser educador, un maestro de almas. Su filosofía es más práctica que teórica, busca el conocimiento de la virtud para que sirva como forma de existencia.

¿Todo aquel que está a cargo de educar (sea educación formal e informal) cumple y se apega a éste criterio socrático? Él se preguntaba irónicamente acerca de la vida, el amor, la muerte el arte, etc., su ironía consistía en afirmar “sólo sé que no sé nada”: significa dudar de todo lo que creemos saber, para después llegar a saber. Para Sócrates la duda se convierte en método en la constante búsqueda de la verdad. Y cuestiono nuevamente ¿cuántos educadores fomentan esta actitud creadora? y, lastimeramente ¿cuántos repiten esquemas y/o programas decrépitos y arcaicos?

La educación esta en manos de diferentes agentes, se vive día con día, se renueva según ciertas conveniencias. Para simplificar podemos agrupar estos agentes en tres campos claramente distinguidos, responsables de la educación e íntimamente relacionados: padre-hijo, educador-educando; Estado-pueblo.

En todas ellas es necesario romper con el modelo totalizante del sistema para crear nuevas relaciones de alteridad; por ejemplo, el niño cuando nace carece de cultura; más aún, es incapaz de valerse por sí mismo, de pensar o expresarse debidamente. Su vida, sobre todo en la infancia, se resuelve en un lento proceso de aprendizaje sociocultural. Denominamos pedagógicamente al ámbito de la vida humana donde priva la actividad de aprendizaje o adquisición de conocimiento, costumbres y valores a partir de instituciones y personas que ya los poseen.

Analicemos el primer grupo: padres-hijo. Los padres ven en el hijo una prolongación de su propio ser y tienden espontáneamente a que sea lo mismo que ellos. Le imponen sus hábitos, su forma de pensar, sus gustos, sus proyectos, sus amistades. Los Padres no quieren que el hijo (y sobretodo la hija) se aparten de ellos; porque es su hijo, les pertenece. El hijo se convierte así en un producto de los padres, carente de singularidad cultural y vocacional. La educación que se les ofrece a los hijos, es en general coercitiva, caen en paradigmas totalmente tramposos y chantajistas, quieren que los hijos hagan y/o sea lo que ellos no fueron, lo que ellos no pudieron, lo que ellos dejaron inconcluso (como terminar la carrera, ser buenos hijos, ser felices, etc.); pero por otra parte, quieren que no sean lo que ellos en su juventud sí fueron (inquisidores –en el mejor de los casos-, trasnochadores, infieles, irresponsables, etc.). Así que - en palabras de Fromm4[4]- “el método más efectivo para debilitar la voluntad de los hijos es provocar su sentimiento de culpabilidad”. Por lo tanto, mientras no haya una educación cimentada en la comunicación abierta, honesta, sin doble moral, fomentando el respeto, la tolerancia pero sobretodo el amor, difícilmente este grupo podrá formar seres educados dispuestos a integrar una sociedad sana.

El hijo-alumno es educado y tratado como un objeto, un ente en el que el educador debe depositar durante varios años un cúmulo de conocimientos, que estarán dispuestos (sea por los padres o por el propio alumno) como ese preciado tesoro predestinado a ser descubierto en cualquier momento.

Así, podemos observar en el segundo grupo, educador-educando; como la escuela juega un rol vital en la prosecución de objetivos, objetivos nebulosos, pero bien establecidos sistemáticamente; dice Hersh[5] “las escuelas son instituciones cargadas de valores por su misma función; deben transmitir el conocimiento, las habilidades y los valores necesarios para sobrevivir en una sociedad siempre cambiante”…“ Los profesores son importantísimos en la transmisión de valores”, como seres humanos, el profesor no puede ser neutral a estas circunstancias, por sus opciones pedagógicas y conductuales (incluso económicas) es un modelo a seguir, es un educador moral, sea cual sea la materia que imparta. Así, dejo esta pregunta en el aire ¿deben las escuelas dedicarse a los valores y la educación ética?, parece que no hay otra alternativa que responder que son necesariamente instituciones con una tarea moral importante.

Demostrar que están implicadas en este tipo de educación no resuelve el problema. El alumno no tiene exterioridad frente al sistema educativo, como no la tenía el hijo frente a los padres. La escuela cuenta e identifica numéricamente a los alumnos, los someten a un proceso indiscriminado de aprendizaje y les entregan al final un título que certifica su adaptación al saber del sistema mediante los conocimientos. La palabra del alumno en cuanto a otro no cuenta; más aún, perturba el orden de la mismidad repetidora, y por tanto hay que callarla.

¿Qué deben hacer los profesores como educadores morales? La inculcación de valores ha sido una respuesta a esta pregunta. Los que adoptan esta modalidad dan a los alumnos los valores y las respuestas morales acertados diciéndoles lo que se debe creer. Éste método a menudo considerado como predicación (moralización), ha sido criticado como una forma de adoctrinamiento y como contrario al tipo de educación necesaria para una ciudadanía altamente capaz de ejecutar y seguirse por cuestiones más bien prácticas y técnicas, donde los valores no tienen cabida.

De lo anterior, y de acuerdo con Fromm[6], en el sistema actual educativo los estudiantes “asisten a clases, escuchan las palabras del profesor y comprenden su estructura lógica y su significado. De la mejor manera posible, escriben en sus cuadernos de apuntes todas las palabras que escuchan; así más tarde podrán aprender de memoria sus notas y ser aprobados en el examen; pero el contenido no pasa a ser parte de su sistema individual de pensamiento, ni lo enriquece ni lo amplia. En vez de ello, los alumnos transforman las palabras que oyen en conjuntos fijos de pensamientos o teorías, y las almacenan”. Por lo tanto los estudiantes solo repiten los que sus profesores les dicen, y rara vez son cuestionados; profesores que asumen como verdades afirmaciones hechas por otros, creadas por otros y que a su vez ellos también repiten. El proceso de aprender, debe fomentar una educación distinta, la verdadera educación debe retomar la importancia del ser humano por sí mismo; que los alumnos dejen de ser – continúa Fromm- recipientes pasivos de las palabras y de las ideas que escuchan y oyen; y lo que es más importante, que sean estudiantes que capten y respondan de manera productiva; es decir alumnos capaces de emitir juicios basados en la razón, la reflexión y el libre criterio, afectado y propositito tanto con él, y de igual manera comprometido con su entorno; solo así podremos considerar a la escuela como una institución forjadora de una ética inmersa en valores.

Y por último, tenemos la relación Estado-pueblo. El pueblo en general, es un ser carente de cultura al que el Estado educa para asimilarlo al sistema. Se da en nuestro medio dos tipos de cultura: la cultura elitista y la cultura popular. La primera es reflejo y prolongación de la cultura europea. La segunda es propia del pueblo inculto, subcultura o cultura del silencio. Una pertenece al sector hegemónico de la sociedad, a los que pueden estudiar en el colegio y en la universidad. La otra es la de los que no saben, porque no pudieron ir al colegio, porque son analfabetas, porque desde la miseria en que viven no tienen acceso al ambiente cultural de la sociedad. El Estado procura darle cultura al pueblo para unificar la sociedad dentro de lo mismo. Lógicamente le proporciona la cultura elitista, que es la única cultura valida para el sistema.

Sabemos (afirma Fromm) que ninguna organización social, política, ni educativa puede hacer más que impulsar o impedir la realización de ciertos valores e ideales[7]; No necesitamos ideales nuevos, ni metas espirituales nuevas, ni paradigmas impactantes; los grandes maestros (educadores) de la humanidad han postulado una vida sana. En su conjunto, más allá de doctrinas, religiones, posturas, idiomas, tiempos, etc., estos grandes maestros han luchado por darle al ser humano las bases necesarias para enriquecer su espíritu; actualmente, todos nosotros somos herederos de sus grandes enseñanzas, no necesitamos conocimientos nuevos; pero sí necesitamos tomar en serio las cosas en que creemos, las cosas en las que predicamos, las cosas que enseñamos. Lo que necesitamos es darle sentido a nuestro papel docente y reconocer que somos maestros no solo de una clase, sino de la vida en sí.

Una verdadera educación ética se debe fundamentar en tener conciencia que se educa a seres humanos potencialmente capaces de encontrar y encontrarse como tales. El niño, el joven, el pueblo tienen su propia palabra que deben expresar. Es distinta de la palabra del padre, del educador y del Estado; pero es palabra. El sistema la niega diciendo que son balbuceos, caprichos, falta de cultura, rebeldía, desobediencia, inconformismo, inmadurez, etc. Quienes educan desde el sistema sienten que la palabra del otro como educando es un peligro y la silencian, la transforman o la reprimen. El educador vuelve al alumno un repetidor de su misma palabra. No le enseña a cuestionar, a comprender, a utilizar lo que aprende para crear. El padre vuelve al hijo a ser obediente y sumiso, dotado de buenos modales y elevadas aspiraciones. El Estado vuelve al pueblo un rebaño masificado, conformista; le proporciona diversión y juegos, lo tranquiliza con informaciones deformadas, introduce una tecnología educativa muy eficaz para la domesticación tecnológica, infravalora las materias que ayudan a pensar, desestimula las carreras humanísticas, incluso las elimina.

La ética (educación) humanista según Fromm[8], sostiene que “si el hombre está vivo, sabe lo que está permitido; y vivir realmente significa ser productivo; no emplear los propios poderes para ningún fin que trascienda al hombre, sino para uno mismo; dar un sentido a la propia existencia”; es decir que la propia persona puede realizarse y encontrase en su propia búsqueda.

El educador (profesor, padre, Estado) no sólo debe respetar la voz del otro (educando hijo-pueblo), sino que debe estimularla, enseñar a pronunciarla. Es necesario fomentar el sentido crítico, la creatividad, la responsabilidad en el educando. La tarea de generar y producir en los agentes ideales y las normas que guían y guiarán nuestra sociedad es y debe de ser, tarea de la educación; educación ética en todos los ámbitos, capaz de acabar con la dañina separación entre el conocimiento formal e informal, entre el conocimiento teórico y práctico, entre la enajenación del trabajo y el pensamiento. No olvidar que educación literalmente significa “e-ducere”, “sacar” lo que está dentro del hombre (ser humano).

Es necesario impulsar el desarrollo de una cultura legítima, propia, adecuada; es necesario crear una verdadera ÉTICA DE LA EDUCACIÓN.

“Un día Hui KO predicaba en una gran ciudad acerca del sentido del Zen.
Enterado de esto, Tao Huan, un maestro de meditación,
envió a uno de sus alumnos para que averiguara quién era Hui Ko,
porque sospechaba que su prédica era falsa.
El discípulo, tras escuchar las enseñanzas del patriarca,
no volvió junto a su antiguo maestro.
Tao Huan envió a otros monjes para que fueran a buscarlo,
pero todos ellos se quedaban con el nuevo patriarca.
Algún tiempo después, se encontró con el primero
que había enviado y le pregunto:
- ¿Cómo es que mandé a buscarte tantas veces?
¿Es que acaso no te había abierto yo los ojos?
- Mis ojos eran perfectos desde el comienzo;
fue culpa tuya el que empezara a bizquear- respondió el discípulo
-Texto zen-

[1] Diccionario de la Lengua Española (2004). Larousse: Méx.
[2] Sagols, L., y otros (2006) “Ética y Valores”. McGraw-Hill: Méx.
[3] Zea, L. (1960) “Introducción a la filosofía”.UNAM: Méx.
[4] Fromm, E. (1953) “Ética y psicoanálisis”. FCE: Méx.
[5] Hersh, R. y otros (1997) “El crecimiento moral”. Nancea: Madrid
[6] Fromm, E. (1976) “Tener o ser”. FCE: Méx.
[7] Fromm, E. (1955) “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”. FCE: Méx.
[8] Ibidem

Dialéctica de la libertad


Por Alberto E. Gómez I.

Capitán: “… Decime un poco, ¿vos sabés lo que te espera?
Pedro: Me lo imagino.
C: Tal vez sea bastante peor de lo peor que imaginás. Diariamente hacemos progresos.
P: Lo que me imagino siempre es peor.
C: Pero ¿qué sos? ¿Un suicida?
P: Nada de eso. Me gusta bastante vivir.
C: ¿Vivir reventado?
P: No, vivir simplemente.
C: Yo te ofrezco que vivas, simplemente.
P: No, simplemente no, Usted me ofrece que viva como un muerto. Y antes que eso prefiero morir como un vivo…”.
- Mario Benedetti-



La relación opresor-oprimido es una relación bipolar cerrada: el opresor oprime al oprimido y el oprimido es oprimido por el opresor. Para romper esta relación bipolar es necesario introducir un tercer elemento que no sea ni opresor ni oprimido, es decir que no esté configurado en su ser por la opresión sino por su opuesto, un ser en libertad.

Primero definiremos lo que es libertad de acuerdo con varios autores. Según el diccionario de la lengua española, se refiere a la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra[1]; asimismo tiene las siguientes concepciones: estado o condición de quien no es esclavo, estado de quien no está preso; falta de sujeción o subordinación. Por otro lado, el término libertad también se puede aplicar en estos contextos[2]:
a) libertad condicional. Beneficio de abandonar la prisión y que puede concederse a los penados en el último periodo de su condena siempre y cuando sean sometidos a una posterior observación y evaluación de la buena conducta.
b) libertad de conciencia. Facultad de profesar cualquier religión sin ser acosado por la autoridad.
c) libertad de pensamiento. Derecho de manifestar, defender y difundir las opiniones personales
d) libertad de espíritu. Dominio o señorío del ánimo sobre las pasiones

De todo lo anterior, y volviendo a esa relación tan cotidiana de opresor y oprimido, surge un tercer elemento; voy a denominar a este tercer elemento como el ser conciente. El ser conciente, es en primer lugar porque tiene conciencia de otra forma de relación que puede cambiar la relación de opresión. Y, en segundo lugar, porque ha tomado conciencia de la situación de opresión como situación de alienación: tanto el oprimido como el opresor viven alienados en su ser.

El ser conciente es precisamente ese personaje de Orwell1[3]: Winston Smith, quien tras una insoportable y desgarrable incertidumbre afirma “si queda alguna esperanza está en la plebe”. Tal reflexión nace de una persona capaz de darse cuenta del engaño, sentido común que le hace llegar a la conclusión de que aquel que está arriba solo puede mirar hacia abajo, el de abajo solo puede mirar hacia arriba; pero el que está en medio (el plebe) tiene una visión total.

El ser conciente no es un ser humano caído de las estrellas, que aparece de improviso o por generación espontánea. El ser conciente es hijo de la opresión, ha sido antes opresor u oprimido; sin embargo, ha dejado de ser lo que era al cobrar conciencia de una nueva posibilidad de ser: un ser libre. Desde entonces ha roto con su identidad de opresor u oprimido y ha iniciado el despertar, la lucha por alcanzar su nuevo modo de ser. Si era opresor, habrá dejado de oprimir, y viceversa; sea este despertar exitoso o no, su rebelión lo hará libre (o en su defecto, estará en proceso directo de serlo).

Entre estos tres agentes oprimido-opresor-ser conciente se da una relación estrechamente ligada. Entre el oprimido y el ser conciente, otra entre el ser conciente y el opresor, y otra entre el oprimido y el opresor. Cada una de ellas tiene dos direcciones, ya que es una relación mutua. Analizaré brevemente estas relaciones.

En relación del oprimido en dirección al ser conciente, constituye el primer momento del proceso de libertad. Consiste en el clamor del oprimido que es escuchado por el ser conciente, unas veces está expresado en el grito de dolor o en la queja; otras veces es una palabra muda: el hambre del pobre, el sudor del trabajador o la sangre del fustigado. En todo caso se trata de la violencia que sufre nuestra sociedad en todos sus ámbitos sean económicos, políticos, judiciales, educativos, etc.

Dice Marcase “ la libertad vendría a ser el medio ambiente de un organismo ya no susceptible de adaptarse a las actuaciones competitivas requeridas para un bienestar subyugado, ya no susceptible de tolerar la agresividad, la brutalidad y la fealdad del modo de vida impuesto. La rebelión se habría enraizado entonces en la naturaleza misma, en la biología del individuo; y, sobre estos nuevos fundamentos, los rebeldes redefinirían los objetivos y la estrategia de la lucha política, que es la única en el curso de la cual pueden determinarse las metas concretas de la liberación”[4]

Injusta de que es objeto el pobre levanta un clamor, que escucha quien tiene conciencia de la dignidad humana, quien posee corazón de carne. La palabra del pobre llama, provoca la respuesta de quien la escucha, si éste no cierra su corazón ni se “desentiende” comprende la situación del pobre como otra situación que cuestiona y conmueve la estabilidad de la situación propia. El cuestionamiento que me hace “el otro” constituye el primer momento del proceso por liberarse. Si no hay cuestionamiento, no puede haber concientización, y se detiene todo proceso.

A este cuestionamiento de la palabra del oprimido sigue la respuesta del concientizado. Esta respuesta debe ser lúcida y eficaz. Comienza por ayudar al oprimido a tomar conciencia de la dignidad humana, que le permitirá comprender la negatividad de su situación. Esta concientización liberadora pretende que el oprimido articule su propia palabra, que pronuncie su situación y la exprese no como simple clamor biológico o resignación muda. Así asume su libertad como posibilidad y comienza a ser sujeto de su propia historia.

Ya lo cuestiona Fromm[5], ¿es libre el hombre para elegir el bien en cualquier momento dado, o no tiene tal libertad de elección porque es determinado por fuerzas interiores y exteriores a él?

Esta concientización inicial debe profundizarse en una educación liberadora. Hay que suscitar en el oprimido el cuestionamiento de la fijación que tiene en su conciencia de la relación opresor-oprimido. Necesita dejar de sentirse objeto de un sujeto. De lo contrario rechazará, sí, al opresor, pero se plegará y acomodará al ser del concientizado, haciendo de él el nuevo sustituto, esta vez bondadoso y paternalista, del viejo opresor. El hábito de la domesticación lo prolonga sometiéndose a los nuevos líderes o imponiéndose autoritariamente a quienes dependen de él; por eso el oprimido es, siempre que puede, opresor del opresor. Éste hábito, que surge por introyección de la imagen del opresor, sólo se puede destruir mediante un lento proceso de educación liberadora. Dicha educación constituye la respuesta eficaz del concientizado al oprimido.

Habiendo escuchado la palabra del oprimido, el concientizado pronuncia su palabra dirigida al opresor. Denuncia proféticamente en nombre de la humanidad del oprimido la voluntad del poder y lucro del opresor. Custiona la acción del opresor y los condicionamientos y mecanismos sociales de la opresión. De este modo, abre el camino para que el mismo opresor se libere. Porque el opresor también es oprimido y necesita liberarse. Lo oprimen las estructuras del sistema de opresión en que se mueve. Lo oprime la necesidad de poseer y dominar. Y lo oprime el miedo a perder su situación de privilegio, el miedo a la inseguridad de su vida frente a la posible libertad del oprimido, el miedo al futuro en la libertad. Por eso el opresor se aferra al pasado, a las tradiciones, al sistema, a sus propiedades, a los títulos, al orden. Todo ello es garantía de su precaria inseguridad basada en la dominación del otro, a quien teme como su posible opresor.

Si el opresor se deja cuestionar por la denuncia, inicia su concientización, pasa a engrosar las filas de los seres conciente y acelera así el proceso de la liberación. Esto es lo ideal y es el objetivo que debe pretender la denuncia y la resistencia. No se trata en el proceso de liberación, como he repetido varias veces, de acabar con las personas opresoras, sino de acabar con la opresión liberando a todas las personas. El antiguo opresor concientizado es un elemento de gran valor en la liberación. Conoce mejor que nadie los mecanismos de la opresión y cuenta con capacidad, poder y conexiones para convencer a otros de la necesidad de impulsar la liberación.

Por desgracia, lo normal es que el opresor reaccione negativamente, por las razones que antes indique. Vive satisfecho en la seguridad y el confort de su dominación. Entonces se vuelve violentamente contra el ser conciente, que representa la amenaza de su ser. Opta por la represión para acallar su palabra; pero, como no lo puede callar, tiene que eliminarlo ya sea físicamente, matándolo; ya sea psicológicamente, comprándolo a su servicio. Aumenta la violencia del opresor, so pretexto de hallarse en peligro los valores tradicionales, el orden y la paz social, la estabilidad nacional. En realidad lo que está en peligro es la seguridad del opresor y la misma relación de opresión, que se tambalean con el aumento de los seres concientes.

Desde que el ser conciente[6] ha entrado en el juego, la relación opresor- oprimido en ambas direcciones, se ha transformado. Ya no se trata de una relación natural y espontánea. Ya no es posible ser opresor con “buena conciencia”, ni oprimido “resignado”. Ambos pasan a tener “mala conciencia”, es decir conciencia de que su estado no es humano. El opresor se convierte entonces en represor, con el fin de impedir la liberación del oprimido y el aumento de la concientización. El oprimido se convierte en rebelde para liberarse del opresor.

Esta nueva situación ha sido producida por la aparición del ser conciente, pero no ha sido provocada por él. El ser conciente no pretende convertir al opresor en represor ni al oprimido en rebelde. El ser conciente quiere hacer desaparecer al oprimido y al opresor liberando a las personas de esta condición inhumana. Quiere que cada uno de ellos se realice como persona en el amor y la comprensión del otro, no en la pura reivindicación de sí mismo.

Es necesario para ello que tanto el opresor como el oprimido introyecten la imagen del concientizado libre, que no es ni opresor ni oprimido. Este proceso no puede darse sin una lucha. Esperar la conversión del opresor y el oprimido como un acuerdo de paz y amor es candidez ilusa, si no hipócrita. Pero la lucha por la liberación no puede ser violenta ni dirigida sin más hacia la consecución del poder; porque esas son las aspiraciones y las armas de la opresión. Para que el opresor se concientice y se libere de su propia opresión, la lucha del oprimido concientizado debe tener como orientación el realizarse como hombre libre, y no el destruir al otro que no le deja ser libre.

Un defecto notable y a su vez gravísimo que tenemos en nuestra sociedad es la falta de sentido del compromiso. Nos gusta no tomar muy en serio las cosas, no afrontar las situaciones difíciles, dejar muchas puertas abiertas al tomar una decisión, no conferirle demasiado valor a la palabra dada, etc. Aunque ya he hablado del compromiso y hasta he sugerido compromisos concretos, es conveniente cerrar con una reflexión sobre el tema. No estamos conformes con nuestra situación de subdesarrollo, de dependencia, de opresión, de injusticia, y, sin embargo, poco o nada hacemos por cambiarla. Estamos acostumbrados desde tiempos remotos a que sean otros, extranjeros o nacionales, quienes tomen las decisiones que no corresponde a cada uno de nosotros tomar. De este modo nos hemos vuelto pasivos e indiferentes frente a la historia. Esperamos y ansiamos un futuro distinto, pero olvidamos que el futuro es una tarea, no un regalo[7].

Muchos elogios hay acerca de la paciencia del ser humano. Pero de la paciencia a la resignación y a la desidia no hay más que un paso; y luego surge el sentimiento de incapacidad como una racionalización de la pereza. Desde la colonia abrigamos en lo más profundo de nuestro ser el sentimiento de que no somos capaces. Hemos de convencernos cuanto antes de lo contrario. Nuestra sociedad será ella misma y tendrá algo que decir a las demás sociedades del mundo cuando nosotros descubramos e identifiquemos una identidad genuina, auténtica y original; esto será cuando logremos romper las cadenas de la dependencia, cundo nos asumamos concientemente como seres libres, cuando tomemos y nos comprometamos en dicha liberación.

Identificar dos niveles de liberación necesaria pero estrechamente ligadas: la libertad social y la libertad personal.

Por libertad social entenderemos al proceso de eliminación de todas las estructuras opresoras que existen en la sociedad: económicas, políticas, jurídicas, pero sobre todo educacionales. Nadie puede ser libre mientras carezca de recursos vitales, recursos para poder cubrir las necesidades mínimas para sobrevivir, tales como el alimento y educación, mientras tenga que aceptar un trabajo mal remunerado, mientras sea incapaz de influir en la vida política, mientras carezca de la fuerza necesaria para hacer respetar sus derechos, mientras deba resignarse a la información deformada de los medios de comunicación social, etc. Las formas de opresión a que vive sometido el pueblo son muchas, y peor aun, cada vez mas frecuentes y menos disimuladas.

Esta liberación se complementa con la liberación personal. La liberación personal constituye una de las dimensiones de la vida humana; sin embargo, nadie nace libre, sino que se hace libre. La vida personal es un combate permanente por la liberación de todo el ser con sus múltiples potencialidades, muchas de ellas jamás descubiertas por la propia persona. De nada sirve la libertad social si los individuos que pertenecen a ella carecen de sentido de libertad; volverán a caer en formas más sutiles de opresión. La libertad social cobra pleno sentido cuando las personas poseen el espíritu de la libertad; con este espíritu se puede romper cualquier tipo de cadena, librar cualquier obstáculo; sin él, hasta las mismas leyes de libertad se vuelven contra él, en forma de lastres cada vez más pesadas.

En este proceso de doble nivel, en el que debemos comprometernos para lograr la liberación de nuestro espíritu; pero ¿cómo comprometernos? Cuando los jóvenes discuten los problemas sociales, nos entusiasman y sugieren miles de soluciones teóricas, pero cuando se pasa a definir qué se puede hacer o cuál va a ser el compromiso tomado, comienza el temor y el desaliento. Se trata otra vez del sentimiento de incapacidad que nos inmoviliza, nos paraliza, pensamos que comprometernos significa la renuncia a toda nuestra vida anterior y el embarque en una aventura de lucha violenta con un futuro incierto. Esto es lo que nos dicen, por una parte los líderes de las revueltas callejeras y, por la otra, los revolucionarios teóricos, los intelectuales subversivos que retratan muy bien nuestros problemas ideológicos, éticos y morales, los publican , los desenmascaran; pero que desgraciadamente, al llegar la quincena, son los primeros que se fieman en la fila del gobierno a cobrar su cheque[8].

Parece como si el compromiso fuese una profesión definida, con título propio, que hace de quien lo posee un comprometido y de quien no lo posee un no comprometido. No, el compromiso es una actitud. Es la actitud de quien habiendo cobrado conciencia de una situación problemática, la toma en serio y procura darle una solución. Se entiende por compromiso la asunción responsable del mundo en que vivimos, tal como es, y la entrega exigente del propio ser a su perfeccionamiento. El compromiso no es, por tanto, una faceta o una parte de la actividad humana, tal como explicaba al hablar de la estructura de la actividad moral. No es que uno estudie, trabaje, se enamore y, además, esté socialmente comprometido. El ser humano es o no comprometido en todo lo que hace; hace todo con responsabilidad o sin responsabilidad.

De ahí que las formas de actuar comprometidamente al servicio de la liberación sean tantas cuantas personas se concientizan responsablemente de esa necesidad[9]. Hay quienes buscan la libertad desde la guerrilla, otro desde el escritorio, otros desde el consultorio, otros pegando carteles, otros luchando con sus compañeros de trabajo, otros conviviendo con los campesinos, etc. Lo importante no consiste en saber quién tiene razón en su forma de liberarse, de comprometerse; lo importante es que cada quien también defina su forma de compromiso, y que sea auténtica, genuina; porque si caemos en la imitación por falta de originalidad y para que no nos señalen con el dedo, tendremos que seguir viviendo en la opresión. Deberemos comenzar por asumir una actitud de hombre libre en todo. Y, desde esa actitud me expreso personal y eficazmente en la lucha por la libertad. De este modo estaremos contribuyendo a fortalecer el movimiento libertador social, desde lo personal, y con autenticidad, originalidad, con congruencia, pero sobretodo con sentido común, con sentido humano que la propia sociedad requiere y necesita.

Formas hay muchas; podemos iniciar procurando que nuestra actitud mental sea siempre hermenéutica: que busque el sentido profundo de la vida social y desmitifique las formas engañosas y tramposas con que uno es embaucado. La denuncia de todo gesto, acción o mecanismo opresor es fundamental. Lo mismo la colaboración con todo grupo o institución que promueva alguna forma de liberación. Como seres concientes, podemos y debemos colaborar en la concientización de los demás. A la hora de elegir una profesión un oficio una forma de vivir libre; y a la hora de orientar nuestro trabajo habitual, debemos tener presente la situación de los otros. Hemos de ser todos, tanto individualmente como engrudos, creativos a la hora de decidir el compromiso en la acción liberadora, y serios en su cumplimiento.

Grandes pensadores han plasmado su sentir en torno a la libertad. Veamos algunas expresiones:
“La libertad consiste en poder hacer todo lo que no daña a otro” Artola
“La libertad no es más que una oportunidad de ser mejores” Camus
“La libertad existe tan solo en la tierra de los sueños” Friederich
“La libertad sin educación es siempre un peligro; la educación sin libertad
resulta vana” Kennedy
“La libertad es el derecho de hacer lo que no perjudique a los demás” Plutarco
“La libertad no es un don gratuito y objeto de juego y lujo; se obtiene con gran
madurez de juicio y se consolida con una gran severidad de costumbres” Castelar
“Si la libertad significa algo, será sobre todo el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír” Orwell

REFERENCIAS:
1 “Diccionario de la lengua española” (2006) Real academia española. Vigésima segunda edición
2 Nuño, F. (2004) “Filosofía, ética, moral y valores”. Thomson: Méx.
3 Orwell, G. (1971) “1984”. Salvat: Méx.
4 Marcase, H. (1969) “Un ensayo sobre la liberación”. Mortiz: Méx.
5 Fromm, E. (1964) “El corazón del hombre”. FCE: Méx.
6 Fromm, E. (1985) “El iedo a la libertad”. Planeta. Barcelona
7 Fromm, E. (1947) “Ética y psicoanálisis” FCE: Méx.
8 Fromm, E. (1955) “psicoanálisis de la sociedad contemporánea”. FCE: Méx.
9 Fromm, E. (1968) “La revolución de la esperanza”. FCE: Méx.
[1] Diccionario de la lengua española
[2] Nuño, F
[3] Orwell, G
[4] Marcase, H.
[5] Fromm, E.
[6] Fromm, E.
[7] Fromm, E.
[8] Fromm, E.

[9] Fromm, E.

El maestro: sus valores en el aúla y en su vida cotidiana


UNIVERSIDAD DEL VALLE DE MÉXICO-CAMPUS TEXCOCO

EL MAESTRO: SUS VALORES EN EL AÚLA Y EN SU VIDA COTIDIANA


Alberto Enrique Gómez Izquierdo
19 de abril de 2008

“Uno de los discípulos de Hakuin estaba preocupado por su padre, anciano y avaro, cuya mente se inclinaba tanto a amasar fortuna que no sentía disposición hacia el budismo. Por ello quiso que el maestro sugiriese algún método que apartase la mente de su padre de la avaricia. Hakuin propuso lo siguiente: que el viejo recite el nombre de Buda, y que se le pague un centavo por cada vez que lo pronuncie. El avaro pensó que ése era el modo más fácil del mundo para ganar dinero, y diariamente acudió a Hakuin para que le pagase por su recitado, pues llevaba la cuenta con regularidad. Estaba encantado con las ganancias. Pero después de un tiempo cesó de acudir para reclamar el pago. Hakuin mandó a buscar al hijo para averiguar, y se enteró que el padre estaba tan enfrascado en recitar el nombre de buda que olvidó hacer el recuento. Una semana más tarde Hakuin vio venir al anciano y por la mirada radiante que traía, el maestro vislumbro la bienaventurada experiencia por la que estaba atravesando” -Texto budista, Anónimo-


INTRODUCCIÓN
La formación de valores y el desarrollo moral se adquieren primeramente en la familia (en casa), y posteriormente en el ambiente social y cultural en el que cada persona se desenvuelve. Sin embargo no todos los padres de familia, ni líderes laborales, ni (penosamente) docentes al frente de un grupo, reconocen la importancia ni están formados en valores (ni en la moral); situación que tendrá que ver con la toma de decisiones. Los educadores de cualquier área, al confrontar sus valores con otros, frecuentemente entran en conflictos y se plantean preguntas tales como:
¿Sirven de algo los valores?
¿Quién respeta los valores?
¿Cómo crear comportamientos oportunos y justos que permitan tomar las mejores decisiones?
¿Qué hacer para que las decisiones beneficien a todos y no afecten a nadie?
Estas circunstancias hacen necesario que los educadores tengan y realicen un proyecto de vida y profesional basado en valores humanos; con el fin de crear un ambiente sano y propicio para el desarrollo personal, familiar y social. Por todo lo anterior nació el interés en la realización de esta investigación acerca de los valores humanos; dicho trabajo se realizará para conocer la influencia que existe de la conducta en el desarrollo de la moral en niños del 5° año de primaria de la escuela Miguel Hidalgo del turno matutino del ciclo 2008-2009 en una zona marginal de Toluca en el Estado de México. Con este trabajo se tratará de informar y a su vez de fomentar condiciones para que los padres y maestros apliquen mejores herramientas asertivas en el manejo de los valores, partiendo de los que ya tenían.
The formation of values and the moral development are acquired firstly in the family (in house), and later in the social and cultural atmosphere in which each person develops. Nevertheless not all the parents of family, neither leaders labor, nor (laboriously) educational the front of a group, recognize the importance nor are formed in values (nor in the moral); situation that it will have to do with the decision making. The educators of any area, when confronting their values with others, frequently enter conflicts and questions consider such as: Sirven as something the values? Who respects the values? How to create opportune and right behaviors that allow to make the best decisions? What to do so that the decisions benefit to all and do not affect to nobody? These circumstances make necessary that the educators have and make a project of life and professional based on human values; with the purpose of creating a healthy and propitious atmosphere for the personal, familiar and social development. By all the previous one the interest was born in the accomplishment of this investigation about the human values; this work will be made to know the influence that exists of the conduct in the development of the moral in children of 5° primary year of of the school Miguel Hidalgo of the matutinal turn of cycle 2008-2009 in a marginal zone of Toluca in the State of Mexico. With this work one will be to inform and to as well foment conditions so that the parents and teachers apply better assertive tools in the handling of the values, starting off of which already they had.


En gran parte del planeta la figura del docente es esa figura digna, es esa figura notable, respetable y sobretodo valorada. Este personaje en el devenir histórico de la civilización “humana” a representado un lugar primordial en diversas culturas, ha sido ese ser privilegiado no por otra cosa que por su conocimiento y la forma en que lo trasmite, este personaje no ha pagado de otra forma que con el compromiso a su sociedad, pero sobretodo a sí mismo; su principal pago ha sido el de fomentar y cultivar generaciones valiosas, y a la vez el gusto por sí mismo de brindar el saber… vocación altamente reconocida.

Sin embargo en estos tiempos tan “civilizados”, industrializados y tecnocientíficos, no es para nadie un secreto que en esta nuestra sociedad dedicarse a la docencia es para muchos el último recurso para poder laborar lícitamente en su área de interés y de estudio universitario; muchos no tienen esa vocación natural para desempeñar tan ardua labor; en el mejor de los casos descubren la magia de tan responsable papel que incluso se convierten en verdaderos Maestros; a diferencia de aquellos que se les ha otorgado el rol de profesor. No todo el docente tiene vocación por su profesión, muchos no han tenido otra alternativa que dedicarse al ámbito académico sin la menor idea de lo que estarán por hacer.

Afirma Berreta[1] (y otros, 2008), que en un mundo donde la globalización cobra cada vez mayor fuerza, se hace necesario la preparación de un individuo que pueda recibir cualquier información y procesarla de manera consciente sin que esto afecte en nada a su desarrollo. Por eso es vital la formación de un hombre con cualidades positivas en su personalidad para enfrentar todos los fenómenos que suceden a su alrededor

Son tiempos sumamente difíciles y complicados, los empleos son escasos, sobre todo para aquel profesionista recién egresado nulo de experiencia y con pretensiones altamente altas; al entorno apremiante que viven, les resulta fácil no negarse a la opción (por lo general última opción) de ser docentes.

Se involucran fácilmente en el entorno de la enseñanza-aprendizaje, sin vocación, sin conocimientos pedagógicos ni psicológicos, ni con la conciencia del papel ético y moral que tiene y debe tener cualquier personaje frente a un grupo en formación.
Estos profesionistas-docentes, empiezan siendo seres improvisados; algunos con el paso del tiempo descubren su verdadera vocación: el ser Maestro. Sin embargo, encontramos un nutrido grupo que al no encontrar el placer y el valor vocacional de esta profesión, terminan prestando su nombre y su firma para el llenado de documentos, para cumplir con los requerimientos sistemáticos de la institución en la que trabaja, que a su vez cubre el requisito que el sistema les pide.

De acuerdo con Berreta[2], la docencia va más allá de la simple transmisión de conocimientos. Es una actividad compleja que requiere para su ejercicio, de la comprensión del fenómeno educativo. El sólo dominio de una disciplina, no aporta los elementos para el desempeño de la docencia en forma profesional, es necesario hacer énfasis en los aspectos metodológicos y prácticos de su enseñanza, así como en los sociales y psicológicos que van a determinar las características de los grupos en los cuales se va a ejercer su profesión. La docencia como profesión se ubica en un contexto social, institucional, grupal e individual, de ahí que un docente no puede desconocer las relaciones y determinaciones en ninguno de estos niveles, pues no todos los obstáculos a los que se enfrenta el docente en el salón de clases se originan ahí solamente, sino que son reflejo de un problema social más amplio que repercute en la institución y por supuesto en el aula en el momento de la interacción.

Esta persona que esta frente al grupo por vocación propia, quizás no lo avale un título normalista, un título pedagógico, ni psicológico, pero su entrega en cuerpo y alma le hace sentirse vivo, compenetrado con gente humana; a este personaje le podemos otorgar uno de los títulos más nobles, el título de ser un MAESTRO.

Señala Hernández[3] que por costumbre, cuando se refieren al “Maestro”, sea en un campo docente y pedagógico, se encuentran a grandes maestras, educadoras y pedagogas que han cambiado y mejorado la enseñanza; al hablar de “El Maestro”, incluimos definitivamente a toda persona, sin distingo de género, que dedique su vida a instruir, guiar y mejorar la forma de vivir de las generaciones actuales y las que vendrán. Por otra parte, están aquellos docentes, por designación o por haber obtenido un título, que ejercen la docencia, careciendo de vocación y de amor por su trabajo, y que sólo son maestros por inercia. Esos son maestros con minúscula. Al hablar del Maestro, hay que referirse a la mujer u hombre que poseen y viven con el deseo de dar, de compartir generosamente sus conocimientos, su experiencia y su entusiasmo; nosotros agregaríamos, su paciencia, su arte, pero sobretodo su amor. Estos últimos son Maestros dignamente con mayúscula.

Este personaje es un ser conciente, es un Maestro por vocación, no se conforma con lo que institucionalmente debe cumplir; por lo general da mas de lo que puede hacer y dar. Ha creado un estilo de vida donde es el principal gestor de valores, y esto no es meramente de forma didáctica, sino de la única forma que se pueden realmente trasmitir los valores: viviéndolos, poniendo su propia persona, su propia vida como el mejor ejemplo. Un pasaje bíblico[4], puede ilustrar lo anterior: “La víspera del día solemne de Pascua, sabiendo Jesús que era llegada la hora de su tránsito de este mundo al Padre, como hubiese amado a los suyos que vivían en el mundo, los amó hasta el fin. Y comenzada la cena, como el diablo hubiese ya sugerido en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo Jesús que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y que había salido de Dios y a él se volvía, se levantó de la mesa, se quito sus vestidos, y tomando una toalla se la ciño. Echó después agua en una jofaina, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjugárselos con la toalla que se había ceñido. Llegó, pues, a Simón Pedro, y le dijo Pedro: Señor, ¿tú lavarme los pies a mí? Respondióle Jesús, diciendo: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, lo entenderás después. Díjole Pedro: Jamás me lavarás tu los pies. Le respondió Jesús: Si yo no te lavare, no tendrás parte conmigo. Simón Pedro le dijo: Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Y Jesús: el que acaba de lavarse los pies no necesita lavarse más que los pies, estando todo limpio. Y vosotros estáis limpios, pero no todos. Porque sabía quién había de entregarle, y por eso dijo: No estáis todos limpios. Después que les hubo lavado los pies, y tomado sus vestidos, volviéndose a poner a la mesa, les dijo: ¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque de verdad lo soy. Pues si yo, siendo el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros habéis de lavaros los pies unos a otros. Porque ejemplo os he dado, para que conforme yo he hecho con vosotros, asó lo hagáis vosotros también”.

Por lo tanto el ser un verdadero Maestro es estar conciente de la responsabilidad formadora y creadora de una mejor sociedad, de una mejor civilización; este personaje es un ser libre, un ser sin compromisos, sin intereses creados más que el de fomentar la mejor forma de ser, de vivir de actuar, acorde a las necesidades de una sociedad que demanda ser cada vez mas humana.

El verdadero Maestro no escoge un grupo determinado, él se sabe como parte del grupo y por lo tanto está dispuesto a ser Maestro y la vez alumno de sus propios alumnos; está siempre dispuesto al diálogo, está siempre dispuesto a hacer de la razón la mejor herramienta educativa; tomando en cuenta que cada uno tiene su razón.

El Maestro no se queja frente a sus alumno, ni se queja de ellos; por el contrario, les ayuda a crecer y crece al mismo tiempo. No es una obligación entrar el salón de clases, es un placer, es la mejor oportunidad de ser participe de grandes cambios, cambios personales, cambios de vida. Sabe la dificultad de empatar criterios e historias diversas, personalidades tan distintas; pero él no discrimina, por el contrario encuentra el punto convergente, genera el dialogo y la confianza, genera la tolerancia; no hace callar, se sabe escuchar.

El Maestro es una fuente donde emanan los valores; de acuerdo con Hernández[5], un individuo sin valores es un ser inconciente, es algo menos que un robot. El Maestro puede y debe dedicar gran parte de su tiempo a estudiar y a conocer los valores de sus alumnos. Las fábulas, los cuentos, las anécdotas o las parábolas, ilustran mucho los valores universales: encauzar a la juventud por caminos ascendentes es la misión del Maestro.

El Maestro es una persona digna, calidad no ganada fácilmente. Necesita ser íntegro, necesita ser congruente; necesita saberse como un ser no perfecto, persona que siempre le faltará algo por conocer, algo por aprender… pero siempre dispuesto a enseñar...” ¡el Maestro sigue siendo alumno!, continúa aprendiendo para ser cada día mejor, no nada más en lo intelectual o lo académico, sino en lo espiritual y humano”[6]

El ser Maestro es una necesidad social, es una necesidad de vida; es un compromiso con la humanidad, es el último resquicio cuando la familia ha fallado y alguien tiene que servir de modelo valoral; por lo tanto el ser Maestro es no solo poseer esa sapiencia inmensurable, vasto de conocimientos teóricos; es ese ser capaz de hacer práctico lo teórico, de reconocer la importancia de esta titánica labor, de ser el carpintero capaz de pulir y darle forma a esa tosca madera para convertirla en el artefacto mas maravilloso que halla sobre la faz de la tierra, ese artefacto que precisamente es lo que menos es: un artefacto. Es más bien esa pieza tocada por el Maestro y que ahora se reconoce como lo que siempre debe ser: un verdadero SER HUMANO.

Dice Gibrán[7]: “Aquel que desee convertirse en Maestro del hombre debe empezar por enseñarse a sí mismo antes de enseñar a los demás; y debe enseñar primero con el ejemplo antes de que lo haga verbalmente. Pues aquel que enseña a sí mismo y rectifica sus propios procedimientos, merece más respeto y estimación que el que enseña a otros y los corrige a ellos”.







BIBLIOGRAFÍA.

- Apple, M. (1998) “Encarando la complejidad del poder: hacia una posición paralelista en los estudios educacionales críticos”. Miño y Dávila: Bs. As.
- Apple, M. (1997) “Teoría crítica y educación”. Miño y Dávila: Bs. As.
- Berreta, A.; Brandoni, C.; Giulietti, M.; Ponce de León; y, Testa, A. (2008) “Perfil docente”. Internet. malito: mgiulit@frlp.utn.edu.ar.
- Ceban, J. -Recopilador- (1991) “La sabiduría de Gibrán Jalil Gibrán”. Diana: Méx.
- Gómez, A. (2001) “Desarrollo del juicio moral en padres de familia para la formación valoral en sus hijos”. UNAM: Méx.
- Hernández, H. (2005) “El arte de ser maestro”. Edamex: Méx.
- Kohlberg, L. (1981) “Desarrollo y educación moral”. Trillas: Méx.
- Liston, D. y otros. (1993) “Formación del profesorado y condiciones sociales de la escolarización”. Morata: Madrid.
- Manning, E. y otros (2007) “Urge un líder con sentido humano”. Pearson: Méx.
- Nuevo testamento. Evangelio de San Juan: 13, 1-17
- Piaget, J. (1977) “El criterio moral en el niño”. Morata: España.
- Vigotsky, L. (1977) “Pensamiento y lenguaje”. Pléyade: Argentina.
- Wolpin, S. (1988) “La doctrina y la enseñanza zen”. Kier: Bs. As.
[1] Barreta, A., y otros (2008)
[2] idem
[3] Hernández, H. (2005)
[4] San Juan: 13, 1-17
[5] ibidem (2005)
[6] ibidem (2005)
[7] Ceban, J. (1991)
UNIVERSIDAD DEL VALLE DE MÉXICO-CAMPUS TEXCOCO

EL MAESTRO: SUS VALORES EN EL AÚLA Y EN SU VIDA COTIDIANA


Alberto Enrique Gómez Izquierdo
19 de abril de 2008

“Uno de los discípulos de Hakuin estaba preocupado por su padre, anciano y avaro, cuya mente se inclinaba tanto a amasar fortuna que no sentía disposición hacia el budismo. Por ello quiso que el maestro sugiriese algún método que apartase la mente de su padre de la avaricia. Hakuin propuso lo siguiente: que el viejo recite el nombre de Buda, y que se le pague un centavo por cada vez que lo pronuncie. El avaro pensó que ése era el modo más fácil del mundo para ganar dinero, y diariamente acudió a Hakuin para que le pagase por su recitado, pues llevaba la cuenta con regularidad. Estaba encantado con las ganancias. Pero después de un tiempo cesó de acudir para reclamar el pago. Hakuin mandó a buscar al hijo para averiguar, y se enteró que el padre estaba tan enfrascado en recitar el nombre de buda que olvidó hacer el recuento. Una semana más tarde Hakuin vio venir al anciano y por la mirada radiante que traía, el maestro vislumbro la bienaventurada experiencia por la que estaba atravesando” -Texto budista, Anónimo-


INTRODUCCIÓN
La formación de valores y el desarrollo moral se adquieren primeramente en la familia (en casa), y posteriormente en el ambiente social y cultural en el que cada persona se desenvuelve. Sin embargo no todos los padres de familia, ni líderes laborales, ni (penosamente) docentes al frente de un grupo, reconocen la importancia ni están formados en valores (ni en la moral); situación que tendrá que ver con la toma de decisiones. Los educadores de cualquier área, al confrontar sus valores con otros, frecuentemente entran en conflictos y se plantean preguntas tales como:
¿Sirven de algo los valores?
¿Quién respeta los valores?
¿Cómo crear comportamientos oportunos y justos que permitan tomar las mejores decisiones?
¿Qué hacer para que las decisiones beneficien a todos y no afecten a nadie?
Estas circunstancias hacen necesario que los educadores tengan y realicen un proyecto de vida y profesional basado en valores humanos; con el fin de crear un ambiente sano y propicio para el desarrollo personal, familiar y social. Por todo lo anterior nació el interés en la realización de esta investigación acerca de los valores humanos; dicho trabajo se realizará para conocer la influencia que existe de la conducta en el desarrollo de la moral en niños del 5° año de primaria de la escuela Miguel Hidalgo del turno matutino del ciclo 2008-2009 en una zona marginal de Toluca en el Estado de México. Con este trabajo se tratará de informar y a su vez de fomentar condiciones para que los padres y maestros apliquen mejores herramientas asertivas en el manejo de los valores, partiendo de los que ya tenían.
The formation of values and the moral development are acquired firstly in the family (in house), and later in the social and cultural atmosphere in which each person develops. Nevertheless not all the parents of family, neither leaders labor, nor (laboriously) educational the front of a group, recognize the importance nor are formed in values (nor in the moral); situation that it will have to do with the decision making. The educators of any area, when confronting their values with others, frequently enter conflicts and questions consider such as: Sirven as something the values? Who respects the values? How to create opportune and right behaviors that allow to make the best decisions? What to do so that the decisions benefit to all and do not affect to nobody? These circumstances make necessary that the educators have and make a project of life and professional based on human values; with the purpose of creating a healthy and propitious atmosphere for the personal, familiar and social development. By all the previous one the interest was born in the accomplishment of this investigation about the human values; this work will be made to know the influence that exists of the conduct in the development of the moral in children of 5° primary year of of the school Miguel Hidalgo of the matutinal turn of cycle 2008-2009 in a marginal zone of Toluca in the State of Mexico. With this work one will be to inform and to as well foment conditions so that the parents and teachers apply better assertive tools in the handling of the values, starting off of which already they had.


En gran parte del planeta la figura del docente es esa figura digna, es esa figura notable, respetable y sobretodo valorada. Este personaje en el devenir histórico de la civilización “humana” a representado un lugar primordial en diversas culturas, ha sido ese ser privilegiado no por otra cosa que por su conocimiento y la forma en que lo trasmite, este personaje no ha pagado de otra forma que con el compromiso a su sociedad, pero sobretodo a sí mismo; su principal pago ha sido el de fomentar y cultivar generaciones valiosas, y a la vez el gusto por sí mismo de brindar el saber… vocación altamente reconocida.

Sin embargo en estos tiempos tan “civilizados”, industrializados y tecnocientíficos, no es para nadie un secreto que en esta nuestra sociedad dedicarse a la docencia es para muchos el último recurso para poder laborar lícitamente en su área de interés y de estudio universitario; muchos no tienen esa vocación natural para desempeñar tan ardua labor; en el mejor de los casos descubren la magia de tan responsable papel que incluso se convierten en verdaderos Maestros; a diferencia de aquellos que se les ha otorgado el rol de profesor. No todo el docente tiene vocación por su profesión, muchos no han tenido otra alternativa que dedicarse al ámbito académico sin la menor idea de lo que estarán por hacer.

Afirma Berreta[1] (y otros, 2008), que en un mundo donde la globalización cobra cada vez mayor fuerza, se hace necesario la preparación de un individuo que pueda recibir cualquier información y procesarla de manera consciente sin que esto afecte en nada a su desarrollo. Por eso es vital la formación de un hombre con cualidades positivas en su personalidad para enfrentar todos los fenómenos que suceden a su alrededor

Son tiempos sumamente difíciles y complicados, los empleos son escasos, sobre todo para aquel profesionista recién egresado nulo de experiencia y con pretensiones altamente altas; al entorno apremiante que viven, les resulta fácil no negarse a la opción (por lo general última opción) de ser docentes.

Se involucran fácilmente en el entorno de la enseñanza-aprendizaje, sin vocación, sin conocimientos pedagógicos ni psicológicos, ni con la conciencia del papel ético y moral que tiene y debe tener cualquier personaje frente a un grupo en formación.
Estos profesionistas-docentes, empiezan siendo seres improvisados; algunos con el paso del tiempo descubren su verdadera vocación: el ser Maestro. Sin embargo, encontramos un nutrido grupo que al no encontrar el placer y el valor vocacional de esta profesión, terminan prestando su nombre y su firma para el llenado de documentos, para cumplir con los requerimientos sistemáticos de la institución en la que trabaja, que a su vez cubre el requisito que el sistema les pide.

De acuerdo con Berreta[2], la docencia va más allá de la simple transmisión de conocimientos. Es una actividad compleja que requiere para su ejercicio, de la comprensión del fenómeno educativo. El sólo dominio de una disciplina, no aporta los elementos para el desempeño de la docencia en forma profesional, es necesario hacer énfasis en los aspectos metodológicos y prácticos de su enseñanza, así como en los sociales y psicológicos que van a determinar las características de los grupos en los cuales se va a ejercer su profesión. La docencia como profesión se ubica en un contexto social, institucional, grupal e individual, de ahí que un docente no puede desconocer las relaciones y determinaciones en ninguno de estos niveles, pues no todos los obstáculos a los que se enfrenta el docente en el salón de clases se originan ahí solamente, sino que son reflejo de un problema social más amplio que repercute en la institución y por supuesto en el aula en el momento de la interacción.

Esta persona que esta frente al grupo por vocación propia, quizás no lo avale un título normalista, un título pedagógico, ni psicológico, pero su entrega en cuerpo y alma le hace sentirse vivo, compenetrado con gente humana; a este personaje le podemos otorgar uno de los títulos más nobles, el título de ser un MAESTRO.

Señala Hernández[3] que por costumbre, cuando se refieren al “Maestro”, sea en un campo docente y pedagógico, se encuentran a grandes maestras, educadoras y pedagogas que han cambiado y mejorado la enseñanza; al hablar de “El Maestro”, incluimos definitivamente a toda persona, sin distingo de género, que dedique su vida a instruir, guiar y mejorar la forma de vivir de las generaciones actuales y las que vendrán. Por otra parte, están aquellos docentes, por designación o por haber obtenido un título, que ejercen la docencia, careciendo de vocación y de amor por su trabajo, y que sólo son maestros por inercia. Esos son maestros con minúscula. Al hablar del Maestro, hay que referirse a la mujer u hombre que poseen y viven con el deseo de dar, de compartir generosamente sus conocimientos, su experiencia y su entusiasmo; nosotros agregaríamos, su paciencia, su arte, pero sobretodo su amor. Estos últimos son Maestros dignamente con mayúscula.

Este personaje es un ser conciente, es un Maestro por vocación, no se conforma con lo que institucionalmente debe cumplir; por lo general da mas de lo que puede hacer y dar. Ha creado un estilo de vida donde es el principal gestor de valores, y esto no es meramente de forma didáctica, sino de la única forma que se pueden realmente trasmitir los valores: viviéndolos, poniendo su propia persona, su propia vida como el mejor ejemplo. Un pasaje bíblico[4], puede ilustrar lo anterior: “La víspera del día solemne de Pascua, sabiendo Jesús que era llegada la hora de su tránsito de este mundo al Padre, como hubiese amado a los suyos que vivían en el mundo, los amó hasta el fin. Y comenzada la cena, como el diablo hubiese ya sugerido en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo Jesús que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y que había salido de Dios y a él se volvía, se levantó de la mesa, se quito sus vestidos, y tomando una toalla se la ciño. Echó después agua en una jofaina, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjugárselos con la toalla que se había ceñido. Llegó, pues, a Simón Pedro, y le dijo Pedro: Señor, ¿tú lavarme los pies a mí? Respondióle Jesús, diciendo: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, lo entenderás después. Díjole Pedro: Jamás me lavarás tu los pies. Le respondió Jesús: Si yo no te lavare, no tendrás parte conmigo. Simón Pedro le dijo: Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Y Jesús: el que acaba de lavarse los pies no necesita lavarse más que los pies, estando todo limpio. Y vosotros estáis limpios, pero no todos. Porque sabía quién había de entregarle, y por eso dijo: No estáis todos limpios. Después que les hubo lavado los pies, y tomado sus vestidos, volviéndose a poner a la mesa, les dijo: ¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque de verdad lo soy. Pues si yo, siendo el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros habéis de lavaros los pies unos a otros. Porque ejemplo os he dado, para que conforme yo he hecho con vosotros, asó lo hagáis vosotros también”.

Por lo tanto el ser un verdadero Maestro es estar conciente de la responsabilidad formadora y creadora de una mejor sociedad, de una mejor civilización; este personaje es un ser libre, un ser sin compromisos, sin intereses creados más que el de fomentar la mejor forma de ser, de vivir de actuar, acorde a las necesidades de una sociedad que demanda ser cada vez mas humana.

El verdadero Maestro no escoge un grupo determinado, él se sabe como parte del grupo y por lo tanto está dispuesto a ser Maestro y la vez alumno de sus propios alumnos; está siempre dispuesto al diálogo, está siempre dispuesto a hacer de la razón la mejor herramienta educativa; tomando en cuenta que cada uno tiene su razón.

El Maestro no se queja frente a sus alumno, ni se queja de ellos; por el contrario, les ayuda a crecer y crece al mismo tiempo. No es una obligación entrar el salón de clases, es un placer, es la mejor oportunidad de ser participe de grandes cambios, cambios personales, cambios de vida. Sabe la dificultad de empatar criterios e historias diversas, personalidades tan distintas; pero él no discrimina, por el contrario encuentra el punto convergente, genera el dialogo y la confianza, genera la tolerancia; no hace callar, se sabe escuchar.

El Maestro es una fuente donde emanan los valores; de acuerdo con Hernández[5], un individuo sin valores es un ser inconciente, es algo menos que un robot. El Maestro puede y debe dedicar gran parte de su tiempo a estudiar y a conocer los valores de sus alumnos. Las fábulas, los cuentos, las anécdotas o las parábolas, ilustran mucho los valores universales: encauzar a la juventud por caminos ascendentes es la misión del Maestro.

El Maestro es una persona digna, calidad no ganada fácilmente. Necesita ser íntegro, necesita ser congruente; necesita saberse como un ser no perfecto, persona que siempre le faltará algo por conocer, algo por aprender… pero siempre dispuesto a enseñar...” ¡el Maestro sigue siendo alumno!, continúa aprendiendo para ser cada día mejor, no nada más en lo intelectual o lo académico, sino en lo espiritual y humano”[6]

El ser Maestro es una necesidad social, es una necesidad de vida; es un compromiso con la humanidad, es el último resquicio cuando la familia ha fallado y alguien tiene que servir de modelo valoral; por lo tanto el ser Maestro es no solo poseer esa sapiencia inmensurable, vasto de conocimientos teóricos; es ese ser capaz de hacer práctico lo teórico, de reconocer la importancia de esta titánica labor, de ser el carpintero capaz de pulir y darle forma a esa tosca madera para convertirla en el artefacto mas maravilloso que halla sobre la faz de la tierra, ese artefacto que precisamente es lo que menos es: un artefacto. Es más bien esa pieza tocada por el Maestro y que ahora se reconoce como lo que siempre debe ser: un verdadero SER HUMANO.

Dice Gibrán[7]: “Aquel que desee convertirse en Maestro del hombre debe empezar por enseñarse a sí mismo antes de enseñar a los demás; y debe enseñar primero con el ejemplo antes de que lo haga verbalmente. Pues aquel que enseña a sí mismo y rectifica sus propios procedimientos, merece más respeto y estimación que el que enseña a otros y los corrige a ellos”.







BIBLIOGRAFÍA.

- Apple, M. (1998) “Encarando la complejidad del poder: hacia una posición paralelista en los estudios educacionales críticos”. Miño y Dávila: Bs. As.
- Apple, M. (1997) “Teoría crítica y educación”. Miño y Dávila: Bs. As.
- Berreta, A.; Brandoni, C.; Giulietti, M.; Ponce de León; y, Testa, A. (2008) “Perfil docente”. Internet. malito: mgiulit@frlp.utn.edu.ar.
- Ceban, J. -Recopilador- (1991) “La sabiduría de Gibrán Jalil Gibrán”. Diana: Méx.
- Gómez, A. (2001) “Desarrollo del juicio moral en padres de familia para la formación valoral en sus hijos”. UNAM: Méx.
- Hernández, H. (2005) “El arte de ser maestro”. Edamex: Méx.
- Kohlberg, L. (1981) “Desarrollo y educación moral”. Trillas: Méx.
- Liston, D. y otros. (1993) “Formación del profesorado y condiciones sociales de la escolarización”. Morata: Madrid.
- Manning, E. y otros (2007) “Urge un líder con sentido humano”. Pearson: Méx.
- Nuevo testamento. Evangelio de San Juan: 13, 1-17
- Piaget, J. (1977) “El criterio moral en el niño”. Morata: España.
- Vigotsky, L. (1977) “Pensamiento y lenguaje”. Pléyade: Argentina.
- Wolpin, S. (1988) “La doctrina y la enseñanza zen”. Kier: Bs. As.
[1] Barreta, A., y otros (2008)
[2] idem
[3] Hernández, H. (2005)
[4] San Juan: 13, 1-17
[5] ibidem (2005)
[6] ibidem (2005)
[7] Ceban, J. (1991)